Había pasado un tiempo, no se puede decir cuánto, desde que
las nubes como cortinas se cerraron y fue la oscuridad. Con aquellos números en
las muñecas había que venderse para poder vivir, si es que en verdad lo fuese.
Penumbra, era lo único que se reconocía, sin importar cuan
alto habían crecido las brasas que tantos cuerpos se llevaron, dejando un mar
eterno de almas perdidas que buscaban penetrar y corromper cualquier cuerpo.
Aquel viejo libro, cuyos versos prometían salvarnos, había
sido de todas las maneras exterminado, así igual que todos los símbolos que con
él se relacionaban. Las últimas páginas se estaban cumpliendo, aun estando
prohibido habían quienes predicaban en secreto, quienes decían algo sobre un
caballo blanco, sobre un trono, que él iba a volver.
Pero no fue, nada de eso ocurrió, todo se había cumplido
hasta ese momento, menos Dios. El hombre, siempre el hombre, el único ser capaz
de destruir a su propia especie había sido el causante de todo y no merecía
esperanza ni salvación, si es que existiesen, solo nos quedaba la podredumbre
que habíamos creado con nuestro odio.
-ananda.
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